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lunes, 16 de noviembre de 2015

MARGERITE YOURCENAR. MEMORIAS DE ADRIANO. IV SAECVLVM AVREVM




IV SAECVLVM AVREVM (Edad de Oro) 

El imperio con el mandato de Adriano se estabiliza, hay paz y desarrollo. Descubre el amor en un joven bitinio nacido en Claudipolis: Antínoo. En este capítulo le cuenta Adriano a Marco Aurelio, su experiencia con el amor y también su constante pensamiento sobre la muerte.

Adriano conoce a Antínoo:

            “Un muchacho escuchaba las difíciles estrofas con una atención a la vez ausente y pensativa,”

            “Hice que se quedara cuando se marcharon los demás. Era poco instruido, lleno de ignorancias, reflexivo y crédulo. Conocía yo Claudiópolis, su ciudad natal; logré hacerlo hablar de su casa familiar, al borde de los grandes bosques de pinos que proporcionan los mástiles de nuestros navíos, del templo de Atis situado en la colina, cuyas estridentes músicas amaba, de los hermosos caballos de su país y de sus extraños dioses.”

            “Aquel hermoso lebrel ávido de caricias y de órdenes se tendió sobre mi vida”

El suicidio del filósofo estoico Éufrates:

            “Me pidió que lo autorizara a abandonar mi servicio y suicidarse. Jamás he sido enemigo de la desaparición voluntaria”

            “El problema del suicidio, que habría de obsesionarme más tarde, me parecía entonces de fácil solución.”

Y sobre el suicidio en general y en particular (a la persona que uno ama):

            “me digo que el suicidio no es infrecuente, y nada raro morir a los veinte años. Sólo para mí la muerte de Antínoo es un problema y una catástrofe.”

Otros amores:

            “Mi breve apasionamiento por Lucio sólo me indujo a algunas locuras reparables.”

Su interés por ritos y actividades relacionadas con la magía y la muerte:

            “A la hora indicada bajamos a la caverna sagrada; el joven bitinio se tendió para recibir la sangrienta aspersión. Pero cuando vi surgir de la profundidad aquel cuerpo estriado de rojo, la cabellera apelmazada por un lodo pegajoso, el rostro salpicado de manchas que estaba vedado lavar y que debían borrarse por sí mismas, sentí que el asco me ganaba la garganta, y con él el horror de aquellos ambiguos cultos subterráneos.”

            “Mis frecuentes estadías en Asia Menor me habían puesto en contacto con un pequeño grupo de hombres dedicados seriamente a las artes mágicas.”

            “El cirujano Sátiro me llevó a su clínica para que asistiera a la agonía de los moribundos.”

El miedo de Antínoo a la vejez:

“Espantado ante la idea de la decadencia, es decir de la vejez, había debido prometerse mucho tiempo atrás que moriría a la primera señal de declinación y quizás antes.”

Y su suicidio:

            “Bajé los resbaladizos peldaños: estaba tendido en el fondo, envuelto ya por el lodo del río. Con ayuda de Chabrias, conseguí levantar su cuerpo, que de pronto pesaba como una piedra”

La tristeza de Adriano:

            “se muere a cualquier edad, los que mueren jóvenes son los amados de los dioses. Yo mismo había participado de ese infame abuso de las palabras, hablando de morirme de sueño, de morirme de hastío. Había empleado la palabra agonía, la palabra duelo, la palabra pérdida. Antínoo había muerto.”

            “Amor, el más sabio de los dioses…”

            “no había amado lo bastante para obligar al niño a que viviera. Chabrias, que como iniciado órfico consideraba que el suicidio era un crimen, insistía en el lado sacrificatorio de ese fin; yo mismo sentía una especie de horrible alegría cuando pensaba que aquella muerte era un don.”

            “debió pensar que yo lo amaba muy poco para no darse cuenta de que el peor de los males era el de perderlo.”

            “No sabía que el dolor contiene extraños laberintos por los cuales no había terminado de andar.”

            “Chabrias me llamó una noche para mostrarme en la constelación del Águila una estrella, hasta entonces poco visible, que de pronto palpitaba como una gema, latía como un corazón. La convertí en su estrella, en su signo. Noche a noche me agotaba siguiendo su curso; vi extrañas figuras en aquella región del cielo. Me creyeron loco, pero no tenía importancia.”

            “La muerte es horrorosa, pero también lo es la vida.”

            “La memoria de la mayoría de los hombres es un cementerio abandonado donde yacen los muertos que aquéllos han dejado de honrar y de querer. Todo dolor prolongado es un insulto a ese olvido.”

El entierro:

            “El niño de Claudiópolis descendía a la tumba como un faraón, como un Ptolomeo. Lo dejamos solo. Entraba en esa duración sin aire, sin luz, sin estaciones y sin fin, frente a la cual toda vida parece efímera; había alcanzado la estabilidad, quizá la calma.”





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