Labrador soy,
Sancho Panza me llamo,
casado soy,
hijos tengo y de escudero sirvo.
Aunque soy rústico,
mis carnes tienen más de algodón que de esparto.
Si hablo mucho,
más procede de enfermedad que de malicia;
más quien yerra y se enmienda
a Dios se encomienda.
Más aunque pobre,
soy cristiano viejo y no debo nada a nadie,
y si ínsulas deseo,
otros desean cosas peores, y cada cual es hijo de sus obras;
y debajo de ser hombre
puedo venir a ser papa, cuanto más gobernador de una ínsula.
No son todos los tiempos unos,
ni están los hombres siempre de un mismo humor.
Después que bajé del cielo,
y después que desde su alta cumbre miré la tierra y la vi,
tan pequeña,
se templó en parte en mí la gana que tenía tan grande
de ser gobernador.
¡Oh sol, con ayuda del hombre!, a ti digo
que favorezcas y alumbres la oscuridad de mi ingenio.
De aquí a Cardaya,
si el caballo se cansa y el gigante se enoja,
tardaremos en dar la vuelta media docena de años,
y ya ni habría ínsula, ni ínsulos en el mundo que me conozcan.
Así que, yendo días y viniendo días, el diablo, que no duerme
y que todo lo atasca…
más vale salto que mata que ruego de hombres buenos.
Más vale un TOMA que dos TE DARÉ.
Ana Vadillo Gómez
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