A través de las arenas de todo el
mundo, seguida por la espada flamígera del sol, hacia occidente, marchando
hacia tierras de poniente una marea
occidentalizante, tirada por la luna, sigue su estela. Mareas de miriadas de
islas, dentro de ella, sangre no mía.
Silenciosamente el alma es
impulsada sobre regiones de ciclos de ciclos de generaciones que han vivido.
Una región donde desciende siempre el gris crepúsculo, sin caer nunca, sobre
anchos pastos verdeantes, dispersando su sombra, esparciendo un perenne rocío
de estrellas.
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