ADIOS pero no a la vida, no a la inocencia, no a la luz de
unos vivísimos ojos, no a las risas en la boca de un niño, no al amigo, no a la
rosa florecida.
Adios al reloj, a
la pereza que revive entre las sábanas; a las viejas promesas incumplidas, a la
torva mentira enmascarada en verdad.
Adios, pero no a
la poesía, no al dulcísimo recuerdo, no a la alegría recién estrenada, no a ese
inmenso amor aquietado en el presente azul de los ensueños.
Adios al pertinaz
mutismo, a la engañosa calma; a los miedos que acechan en mitad de la noche, al
frío latente, al silencio profético: La ira, el enfado, el hondo desaliento;
los recelos sustentados en la nada.
Adios, pero no al
hondo querer que nos redime.
Hasta-más-ver.
Ana Vadillo Gómez